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viernes, 16 de agosto de 2013

Cuando un llamado a cuentas es necesario

Basta ya de pretextos, todos deben asumir sus responsabilidades
Hace unos días, estando en una junta semanal de estrategia con los socios directores de Grupo Vink, al que pertenece Tok Relaciones Públicas, podía percatarme del gran temor al famoso “llamado a cuentas” que podemos tener los socios o directores hacia nuestro equipo de trabajo, sobre todo cuando éste es entre pares (personas del mismo nivel jerárquico).

En esta reunión, podía escuchar distintas razones y justificaciones del por qué no se habían realizado diversos compromisos que habíamos tomado cada uno de nosotros y dentro de mi cabeza, podía escuchar una voz que decía “tienes que parar esto, si es que quieres conseguir un resultado”, “habla y comprométete si es que quieres hacer una diferencia en esta reunión”.

Como empresarios, estamos muy acostumbrados a quedar bien con las personas que tienen nuestro mismo rango o nivel de responsabilidad; no es muy común, que siendo pares, llamemos a cuentas a alguien de nuestro nivel por haber realizado alguna acción incorrecta o lo que es peor, no haber tomado ni siquiera ninguna acción o no haber completado el compromiso en el plazo asumido.

Pensamos que “debió haber tenido algún problema” o que “ya lo regañará el jefe” y lo dejamos pasar normalmente con un “entiendo, no te preocupes, a mí también me ha pasado” y entonces posponemos nuevamente algún compromiso vital para el avance de nuestra organización. Pero lo que no tomamos en cuenta es que cada vez que hacemos esto, también estamos posponiendo nuestra propia efectividad y nuestros propios logros profesionales.

No se trata de ser ofensivos o gritar dentro de una reunión de trabajo cada vez que alguien no cumple con lo que quedó de entregar, pero sí de concientizar de la gran responsabilidad que cada uno de nuestros puestos conlleva” y de los rezagos en los resultados que vamos teniendo cada vez que hay un argumento parecido a “no lo tengo listo hoy como quedé” o “no me dio tiempo pero lo tendré en dos semanas.
¡Es nuestra propia carrera la que está en juego!, ¡y no debemos de estar dispuestos a que nadie deje de tomarla en serio! 

Si bien todos tenemos asuntos con los que lidiamos día a día y que muchas veces afectan el curso de las actividades de trabajo que tenemos, no podemos permitirnos que esto se vuelva una manera de ser en nuestra empresa porque esto lo vamos permeando hacia los diferentes niveles de subordinación que tenemos, por lo que no habría de extrañarnos el por qué no llegamos al nivel de facturación que prospectamos el año pasado, si finalmente todos estamos metidos dentro de esta conversación de “hay mucho que hacer”. ¡Estaríamos locos si pensamos que sólo depende de la parte operativa la consecución de los objetivos de nuestra empresa!

Cuando en esa reunión seguía escuchando las distintas excusas que todos teníamos, al mismo tiempo que mi vocecita gritaba que hiciera una diferencia, tomé la palabra y lo que comuniqué fue lo siguiente: “sé que no soy el jefe de ninguno de ustedes pero sé también el nivel de liderazgo que cada uno de nosotros ejerce en este grupo. Estoy hablando con directores que tienen años causando resultados en sus empresas, que tienen años dirigiendo equipos de trabajo y que tienen conversaciones extraordinarias con clientes y proveedores.

Lo que escucho en esta reunión, empezando por mí, es una serie de conversaciones ordinarias llenas de excusas y que no están causando ningún tipo de movimiento dentro del grupo que todos nosotros formamos. No me asocié con ustedes para quedar bien, ni para tener este nivel de desempeño. Les pido que nos apropiemos del puesto que representamos en esta empresa y que, como tal, demos los resultados que necesitamos para poder lograr las metas que nos planteamos”.

Les mentiría si les digo que fue cómodo tener esa conversación directa con ellos y operar con ese nivel de demanda y baja permisividad; sin embargo, el resultado que logré valió la pena esa incomodidad. Hoy, después de esa reunión, cada uno de nosotros asumió ese liderazgo que cada uno de nuestros puestos ostenta, así como la responsabilidad que cada uno conlleva.

Después de esa reunión, sé que cada uno de nosotros puede llamarnos a cuentas con la misma firmeza con la que lo hice con ellos sin ser su jefe, pero
siempre poniendo de relieve la intención de formar un grupo y un equipo de trabajo que quiere resultados consistentes con lo que somos.

Hoy, como publirrelacionista y director, me cuesta menos trabajo llamar a mis pares a cuentas cuando veo que el resultado que esperamos está en juego por una falta de compromiso en su parte, y lo que es mejor, me cuesta menos trabajo llamarme a cuentas a mí, porque sé que mi trabajo impacta el resultado de todos y porque, en cualquier momento, alguien puede demandarme con la misma firmeza con que yo lo hago.

Fuente: El Empresario.



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