En diciembre del año pasado, llegó a los estantes de las librerías la edición española de una polémica obra titulada Cuando la ayuda es el problema. Escrito por Dambisa Moyo, Doctora en Economía por la Universidad de Oxford y considerada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes a nivel global, la tesis esencial del libro es demoledora: las ayudas o subvenciones que reciben la mayor parte de países en vías en desarrollo o del tercer mundo son un desastre económico, político y humanitario sin precedentes. En opinión de la zambiana, estas sólo han contribuido para que los pobres lo sean aún más y a que el crecimiento sea más lento. Y añade que la ayuda jamás puede aliviar la pobreza sistemática. Para Moyo, se trata, simplemente, de un mito.
Esta semana tuve el placer de charlar con dos jóvenes emprendedores. Desesperados por no encontrar trabajo y animados por los más de 65.000 autoempleos creados en el último trimestre según la recién publicada Encuesta de Población Activa, han decidido optar por el cuentapropismo. Su idea de negocio me pareció muy interesante, bien pensada y con altas posibilidades de éxito. Les animé sinceramente a que la pusieran en marcha. En un momento de la conversación, quise saber cómo pensaban financiar el proyecto y cuál era el target de empresas, es decir, el mercado objetivo al que iba dirigido su servicio. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me explicaron que no pensaban dirigirse al sector privado y que su objetivo era, palabras textuales, conseguir ayudas y subvenciones para su desarrollo y presentarse en un futuro a licitaciones públicas.
Camino a casa, reflexione sobre el daño que han hecho a la economía en general y a las empresas en particular las ayudas y las subvenciones, la mayoría a fondo perdido. Desde los diferentes gobiernos, sin importar su color, apenas se ha fomentado la iniciativa y el mercado privado, que son los verdaderos motores económicos de un país, España incluido. Es lógico y razonable que las instituciones públicas ayuden a las empresas y, sobre todo, a las que dan sus primeros pasos mediante la implantación de políticas que favorezcan el acceso al crédito, simplificación de los siempre arduos trámites administrativos, ventajas y deducciones fiscales a los emprendedores, etc. Sin embargo, en vez de hacer esto, se ha optado por crear una Estado-dependencia a través de la cultura de la subvención y del concurso público como hipotéticas y únicas vías de ingresos para las empresas.
Antes de llegar a mi casa, me topé con una pequeña librería de barrio. Decidí entrar. El establecimiento es de esos en los que el propietario, un sufrido autónomo para variar, tiene tiempo para charlar contigo y quiere saber tu opinión respecto a los libros que compraste en la última visita. Encargué dos ejemplares del libro de Dambisa Moyo. Serán mi regalo de Navidades para estos dos emprendedores. Ojalá lo lean y comprendan que la subvención, tanto en África como en España, mata. Y no sólo a personas, sino también a empresas.
Fuente: Página web Estrella Digital.
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