Cada día son más los familiares, amigos y conocidos que han perdido su puesto de trabajo. También aumentan en nuestro entorno los atrevidos que destinan el subsidio del paro percibido a montar un negocio, hasta el punto de que hoy uno de cada cuatro nuevos emprendedores proviene de las colas del INEM. La tendencia ha crecido, incluso, un 10 por ciento el año pasado con respecto al anterior, pero la osadía de lanzarse a la creación de una empresa no siempre acaba bien y menos aún si no se tienen en cuenta un mínimo de cuestiones. Todas ellas son de sentido común, pero no me resisto a enunciarlas por si pueden ser de utilidad a algunos de los afectados.
Aunque la iniciativa de estos parados sobrevenidos y reconvertidos a emprendedores es más que loable, como todo negocio, la decisión de crear una pequeña empresa ofrece un riesgo que hay que saber medir antes de llevarla adelante. Ese ejercicio se hace a través del denominado plan de negocio, que incluye un exhaustivo estudio de mercado, el cálculo de la inversión, gastos fijos y gastos variables para poder llevar adelante la empresa, así como una revisión de ingresos pormenorizada a lo largo de los primeros meses, hasta llegar al punto de recuperación de la inversión y, en el mejor de los casos, a la obtención de los primeros beneficios de la nueva empresa.
Todo un plan minucioso del que tampoco se escapan, ni mucho menos, los negocios más ambiciosos planificados por las grandes empresas que, a veces, muy a pesar de la experiencia acumulada y del numeroso plantel de expertos y técnicos en la materia con que cuentan todas ellas, han podido dejar de valorar algún factor, interno o externo, que luego resulta ser decisivo para la buena marcha del negocio,
Contratiempos
Una empresa, en realidad, es un ser vivo, con una misión, una visión, unos valores determinados que mueven su actividad y que la alientan a obtener un resultado positivo. En el transcurso de ese periplo surgen siempre vicisitudes que ponen a prueba no solo la idoneidad del plan de negocio realizado, sino la capacidad de reacción, su flexibilidad, su capacidad de esfuerzo, de sacrificio, de análisis... Bien visto, como digo, lo mismo que nos pasa a los humanos. Nuestros padres, o nosotros mismos, nos hacemos un plan de vida (estudiar, trabajar, formar una familia, etc.) pero más tarde el día a día personal, y de nuestro entorno inmediato o menos inmediato, puede influir en nuestros planteamientos -y es muy difícil que en un periodo largo de tiempo (3, 5 , 7 años...) no suceda algo de esto-.
También en los dos casos, el personal y el mercantil, es muy importante estar bien rodeado de personas (en el primero) o de equipos (en las empresas) que ayuden y asesoren para poder tomar las mejores decisiones en cada momento. La falta de información, cultura o experiencia se pagan siempre muy caros y el resultado puede ser nefasto.
Fuente: Página web Diario Crítico.
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