En esta época del año, en la que tendemos a hacer balances y a analizar lo satisfechos que estamos con nuestra vida y nuestros logros, vale la pena cuestionar algunos mitos sobre lo que nos causa satisfacción.
Tendemos a pensar que nuestra satisfacción aumenta conforme aumentan nuestros grados de libertad. Es claro que tener cierta libertad de elegir aumenta nuestra satisfacción; sin embargo, el psicólogo Barry Schwartz demostró en el 2004 que un número demasiado grande de opciones nos complica la existencia. Aspiramos a tener todas las ofertas de trabajo posibles a nuestra disposición para poder elegir la que más nos convenga. Queremos tener múltiples opciones de inversión para poder evaluar la alternativa que nos permita maximizar nuestro capital.
Soñamos con tener la posibilidad de escoger a nuestra pareja entre muchas personas muy atractivas que compartan nuestros valores. Y, como resultado de estas pretensiones, muchas veces terminamos preguntándonos si no habría un trabajo mejor para nosotros, si no podríamos sacar mayor provecho de nuestro capital invertido, si no habría por allí una mejor pareja para nosotros. Dejamos de disfrutar y apreciar lo que tenemos por no dejar de pensar en lo que podríamos tener.
Hay dos tipos de personas: los “maximizadores” y los “satisfacedores”. Los “maximizadores” no paran hasta encontrar “lo mejor”. Por otro lado, los “satisfacedores”, son personas que se sienten tranquilos cuando han encontrado algo “suficientemente bueno”. Ello no significa que acepten la mediocridad: sus estándares pueden ser muy altos, pero, en cuanto los alcanzan, viven en paz con sus decisiones. Sheena Iyengar, de la Universidad de Columbia, ha demostrado que los “maximizadores” obtienen mejores resultados. También ha demostrado que los “satisfacedores” son más felices.
En algunos casos, como lo “suficientemente bueno” nos proporciona más paz, termina siendo también “lo mejor”. Sin embargo, si somos irremediablemente “maximizadores”, quizás valga la pena intentar cambiar las reglas de nuestro juego e intentar maximizar no lo que alcanzamos sino lo que aprendemos; no el resultado, sino la satisfacción del proceso que nos lleva a conseguirlo.
La satisfacción por lo que hemos conseguido pasa rápido. Dan Ariely ha demostrado que las personas tendemos a proyectar de manera sobredimensionada el impacto de lo que nos sucede. Pensamos que si sucede algo que queremos evitar a toda costa, seremos miserables y que si conseguimos algo que realmente deseamos, nos sentiremos muy felices. Las cosas que conseguimos nos generan un pico de satisfacción y luego ésta va disminuyendo de manera acelerada. Por otro lado, las experiencias (un viaje, la graduación de la universidad, etc.) quizás no tienen un pico tan alto de satisfacción pero duran más. Comienzan con la anticipación del momento, se acrecientan con lo vivido y se prolongan luego, cuando vemos las fotos o compartimos las memorias.
Si queremos incrementar nuestra satisfacción el año que viene, limitemos con sabiduría nuestras opciones, aceptemos la tranquilidad que nos da lo “suficientemente bueno” y renunciemos a obtener algunas cosas para vivir más experiencias. Valdrá la pena.
Página web: Gestión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario