La resiliencia (psicológica) consiste en la capacidad de hacer frente a las adversidades, superarlas e, incluso, ser transformados por el propio proceso. Al igual que un objeto abollado recobra su forma primitiva si tiene la suficiente elasticidad, los seres humanos dotados de resiliencia serán capaces de salir de una dificultad si consiguen desarrollar cierta plasticidad en forma de habilidades… resilientes.
Ojo, la
resiliencia va más allá del concepto de flexibilidad: no se alude solamente a
la capacidad de adaptarnos al entorno, sino de la capacidad de adelantarnos a
él. No se trata únicamente de ser versátiles para cuando haya momentos
complicados: la cosa es estar bien situados para cuando la adversidad te mire a
la cara, tener la capacidad de enfrentarse a ella con los mejores recursos
posibles y, además, salir reforzado de la lucha que tendremos con ella.
5 habilidades para ser resilientes y no caer en el derrotismo.
1. Doblegar
esfuerzos. “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”
Es momento de darlo todo. Levantarse más temprano, leer más, relacionarse
mejor… Las oportunidades no llegan caídas del cielo. La perseverancia y el
estar en contacto de forma permanente con los contenidos asociados a las
posibles oportunidades es una obligación que nos debemos tomar muy en serio.
Debemos luchar de forma consciente contra la procastinación, porque cada día
que pasa sin estar encima de lo verdaderamente importante (profesionalmente
hablando) nos aleja de cualquier objetivo a la vista.
2. Apostar por la serendipia. “El verdadero descubrimiento no consiste en encontrar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”.
Nos
abandonamos en exceso a la planificación y, sin embargo, actuar de modo
programado hace que olvidemos que en lo desconocido probablemente también
podemos encontrar oportunidades. Debemos permitirnos salirnos del guión
establecido y actuar contraprogramándonos a nosotros mismos: acudiendo a sitios
diferentes o que no teníamos previstos, leyendo contenidos que aparentemente no
tienen que ver con nuestro expertise, relacionándonos con personas que no
conocemos.
3. Alejarse
de la victimitis. ”Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las
circunstancias… y las crea si no las encuentra“.
“Yo no puedo”, “no va a servir para nada que lo intente”, “seguro que no
consigo nada”, “la situación no es propicia”… son frases que nos aprisionan
cuando tenemos que afrontar una decisión o llevar a cabo una acción que
contenga cierto riesgo. La victimitis consiste en ponernos trabas a nosotros
mismos, exagerando las debilidades y las amenazas, menospreciando las
fortalezas y las oportunidades existentes. Alejarse de la victimitis es
complicado. De pequeño ya éramos expertos en acudir a ella para dar respuesta a
nuestros fracasos: “el profe me tiene manía”.
4. Saltar
obstáculos. “Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en
aceptarla tal cual es”.
Cuando tenemos una dificultad: ¿la interpretamos como un problema… o la
interpretamos como un reto? Es un proceso prácticamente inconsciente, ojo, pero
si encontramos retos y desafíos en lugar de problemas en nuestra vida,
estaremos facilitando que la pasión sea el instrumento con el que nos
enfrentemos a la adversidad, en lugar de la desidia y cierta sensación amarga
que aparecen cuando enfocamos de forma pesimista el escollo.
5. Experimentar. “No he fracasado. Simplemente he descubierto diez mil alternativas que no funcionan”.
Ya está bien
de sancionarnos los errores. Es hora de recompensarnos los grandes fracasos y
repensarnos los éxitos mediocres. ¿Tenemos verdaderas ambiciones o sólo el
ánimo de cumplir con lo mínimo? Los brazos cruzados no ayudan. Si aspiramos a
algo grande, necesitaremos iterar todo el tiempo, probar, errar, aprender,
mejorar… experimentar constantemente.
Fuente: Plan Emprendedor.
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